sábado, 13 de abril de 2013

EN AQUEL LUGAR...



EN AQUEL LUGAR…

Y salí al encuentro con la vida, llevando como equipaje tan sólo un morral donde guardé todo aquello que quería ir dejando en el camino: mis rabias, temores, angustias y todo lo que se fue acumulando a lo largo de los años.

No tenía un lugar donde llegar, el camino me llevaría a mi destino, así que tomaría el más largo, agarré el morral, las llaves de la casa y el carro, cerré todo y me fui.  La mañana se antojaba fresca, soleada y salí de la ciudad.  No sé cuántas horas rodé, ya que para no sentir la presión del tiempo, había dejado el reloj.

       Tiempo después, conseguí un camino entrecortado, de poco acceso y por allí seguí, descubriendo a lo lejos un lugar mágico, de ensueños.  Era un pueblito, pero se veía apacible, cálido, rodeado por montañas cubiertas aún por la nieve que había dejado la estación;  el sol, queriendo ganarle la batalla a las nubes, majestuoso se revelaba.
           
   Aparqué el coche, descendí de él y me quedé contemplando aquel paisaje, respiré profundamente y llené mis pulmones de aire fresco, los árboles se movían suavemente y se escuchaba a lo lejos el canto de las aves. 

Empecé a caminar rumbo a ese lugar, preguntando a los lugareños dónde podía encontrar una posada para quedarme y me indicaron un par.  Llegue a la primera que me indicaron y la sentí  acogedora, era muy agradable, tenía todo lo que necesitaba, así que subí a la habitación que me asignaron  dejé de lado el morral y me tumbé en el sillón a descansar un poco luego del largo viaje.

No recuerdo cuando me dormí, pero al despertar, me sentí más calmada, tomé un baño y salí a buscar algo para comer, allí mismo había un comedor con platos frescos y muy bien preparados, tomé una copa de vino y conversé un rato con los dueños del lugar, quienes amablemente me indicaron sitios a los que podía visitar,   inclusive una pequeña capilla donde el domingo temprano venía el párroco y daba la misa, así que si me quedaba podía escucharla, ya que había olvidado acudir desde hace tiempo a una iglesia.

Subí a la habitación, me cambié y tomé uno de los libros que allí se encontraban y luego de un rato, apagué la lámpara y me dispuse a dormir.

Tuve un sueño reparador, como hacía tiempo no tenía, el morral a un lado, abierto, al tomarlo, lo sentí menos pesado, luego me bañé y salí a recorrer los lugares que me habían mencionado y pasé el día completo recorriendo y degustando manjares y golosinas del lugar.

Para no alargar el cuento, les diré que pasé 4 días inolvidables y prometí volver, ya que mi morral, el mismo que se fue lleno de cosas amargas y pesadas,  regreso repleto, pero esta vez, cargado de esperanzas e ilusiones renovadas, ganas y deseos de comenzar una nueva vida que, sin darme cuenta, descubrí en aquel lugar.



Autora: Iris Ponce
Abril 13, 2013