lunes, 23 de diciembre de 2013

ESPERANDO AL NIÑO...


ESPERANDO AL NIÑO…

En un pueblito pequeño, ubicado en las afueras de la ciudad, donde convivían al menos unas 70 familias, se celebraba esa noche, la llegada del Niño Dios, motivo de alegría e ilusión para los más pequeños, ya que esperaban ansiosos sus juguetes, por haber sido niños buenos este año a punto de terminar.

Los vecinos más allegados se reunieron y entre todos lograron armar una modesta mesa, donde había lo suficiente para pasar la noche, acompañados de la música y un buen vino que habían conseguido.

Luego de la cena, los más pequeños salieron al patio a jugar y a cantar, haciendo tiempo para estar despierto para recibir al niño.

Eran cinco, cinco los hermanitos que entre 7 y 2 años, corrían ilusionados tratando de encontrar la manera para poder estar despiertos a la hora en que decían llegaba el niño Jesús.

Samuel, Andrés, Ana, Simón y María, sonriendo, subían y bajaban por los bordes de la calzada, exhaustos de tanto correr estaban, cuando sonó el reloj, indicando que eran ya las 11 de la noche y que debían ir a la cama, todos acordaron estar despiertos para poder ver al Niño Jesús cuando llegara a dejar sus presentes.

Samuel y María, los más pequeños, tan pronto colocaron sus cabecitas sobre la almohada se durmieron, quedando sólo despiertos Andrés, Simón y Ana, que era la mayor y quien decidió que montaría guardia; y que tan pronto lo viera, les despertaría!

Así que Simón y Andrés, se fueron a sus camas, pero no querían dormir, pues estaban seguros que Ana se dormiría primero.

Ana, muy resuelta a ver al Niño, se sentó cerca de la puerta, en una alfombra hecha de mullida tela que invitaba a descansar más, sin embargo, terca como siempre, peleaba con sus ojitos que no deseaban permanecer abiertos, y al final, por más que luchó por intentarlo, se quedó dormida; Simón y Andrés corrieron con la misma suerte.

Ana, acurrucadita en la alfombra, tuvo un lindo sueño, dónde se encontraba al niño, un niño hermoso, cubierto con una luz muy brillante y una aureola sobre su cabeza que le hablo de manera muy dulce, saludándole y diciéndole que

“sé me esperabas impaciente, pero esta noche, la más larga de todas, debo repartir juguetes a los niños más pobres de la tierra, y por esa razón me he retrasado”.

Asombrada ante tan bella presencia, Ana no logró articular palabra alguna y no pudo tampoco, despertar a sus hermanitos.

Escuchaba que el niño, mientras colocaba los presentes debajo del árbol, tarareaba un villancico que le pareció familiar, y a medida que su vocecita se acercaba, despertó, encontrando justo debajo del árbol a su mamá, acomodando los presentes.

Su asombro fue mayor y su carita se iluminó; en silencio, abrazó a su madre y le ayudó a terminar de colocar los juguetes, luego de ese instante casi mágico su mami la cargó, la besó y la acostó en su cama, arropándola y besando su frente para posteriormente quedarse dormida con una hermosa sonrisa.

Al amanecer del siguiente día, sus alborotados hermanos corrían a su alrededor mostrando sus presentes y preguntándole si ella había podido ver al niño?

Ella sonriendo les narró el sueño, haciéndolo ver como real, sin contarles la verdad de quién había colocado los presentes debajo del árbol, ese sería un secreto... su secreto.

Sus hermanitos maravillados y alegres escucharon lo que Ana les contaba, saliendo luego al patio a jugar entre ellos con sus presentes.

Ana y su madre se miraron con complicidad y se dispusieron a preparar el desayuno de la mañana de navidad.


Autora: Iris Ponce
Diciembre 12, 2013

viernes, 20 de diciembre de 2013

Y LLEGÓ SANTA NICOLÁS!


Y LLEGÓ SAN NICOLÁS…

Se acercaba la hora más esperada  y Carlitos estaba muy ilusionado, contando las horas para que el niño Dios dejara los regalos que en la noche de Navidad siempre colocaba  debajo del árbol hermosamente decorado por su Mamá.

Desde hace dos años, el mismo escribía su cartita donde con sumo cuidado y con creyones de lindos colores le contaba que se había portado muy bien todo el año, que había sido un niño bueno, que había hecho todas sus tareas, había respetado a sus padres, a los mayores y que esperaba recibir  todos los juguetes que veía en la tele y comenzó a escribir lo que quería.
Luego con sus pequeños dibujos la adornó, la guardó en un sobre que decía para el Niño Jesús y la colocó en el árbol.

Cada noche colocaba un cojín debajo del inmenso árbol y acompañado de su inseparable osito de peluche, esperaba pacientemente,  deseando estar despierto para cuando viniera el Niño o un enviado del cielo  por su carta, pero siempre se quedaba dormido y cuando despertaba, ya estaba en su cama bien arropadito,  así que cuando se llevaron su carta no pudo saber quién lo hizo.

La noche de Navidad, emocionado y feliz se fue a su cama recibiendo las buenas noches de sus padres y pasada las 11, cuando todo estaba en silencio, bajó las escaleras con su osito e hizo lo mismo que hacía desde hace 2 semanas, esperar pacientemente; y cuando ya estaba casi a punto de dormirse, escuchó unas campanitas que titilaban y una suave brisa que lo arrullaba, no se movió, no por miedo, sino por la emoción de ver en persona no al Niño Jesús, sino al propio San Nicolás que con mucho cuidado estaba dejando sus regalos a un lado del árbol y no lo había visto.
Cerró sus ojitos queriendo hacerse  el dormido, pero Santa era muy vivo y antes de partir, le  guiñó el ojo y desapareció.

Así fue como Carlitos descubrió que San Nicolás si existía, no era lo que le habían dicho. Era un hombre grande, gordo y con una larga barba blanca, vestido con un traje rojo como en los cuentos.

Así, de feliz estaba, que olvidó al Niño, quien por no estropear la sorpresa, había dejado juguetes sobre su cama, con una pequeña nota que decía “te visité, con cariño Jesús”.

Y colorín colorado, la historia de Navidad de Carlitos ha terminado.


Autora: Iris Ponce
Diciembre 20, 2013

Y NACIÓ EN BELÉN...


Y NACIÓ EN BELÉN

Y aquella noche, como había sucedido en anteriores ocasiones para esta fecha, todos sentados alrededor de una fogata en el campo, escuchábamos atentos la historia que nos contaba el abuelo.

Siempre la misma historia,  pero era tan hermosa escucharla de su voz, que  sentíamos que estábamos allí, contemplando a ese pequeño que llegó a este mundo en un  lugar lejano, sin más hogar que un establo.

Si…

Oh! y aquella noche, todos los que se acercaron al establo, quedaron maravillados y sorprendidos al ver, acostado en un pesebre a ese hermoso niño que acababa de nacer.

Si, en un pesebre hecho de paja y cubierto por los ropajes que llevaban José y María.
A ellos, para acompañar al niño se unían la mula y el buey, los cuales veneraban al redentor, el que sería el Rey de los cielos y la tierra.

Y nació allí, porque llegando al pueblo pidieron posada y el único sitio disponible fue ese viejo establo, y tan cansados de viajar estaban, que decidieron quedarse allí, a pesar de que en cualquier momento, como ocurrió, nacería  Jesús, nombre escogidos por sus padres.

Tiempo atrás tuvieron que salir huyendo de su tierra Judea, porque el Rey Herodes, supo por adivinos, que nacería un Rey que lo destronaría y para protegerse mandó a matar a toda criatura nacida viva menor de 2 años y los que estuvieran por nacer.

Por esa razón, nació en ese lugar y era el hijo de Dios, porque así estaba escrito, nacería de un alma pura el Rey que nos libraría del pecado y  María fue la elegida para traerlo al mundo.

Una hermosa estrella brillaba en el cielo con una luz sin igual que indicaba el camino a todo
aquel que se enteraba de la buena nueva; y hasta tres Reyes llegaron trayéndole al niño hermosos presentes.

Así fue como aquella noche,  el cielo se iluminó, cantaron los ángeles y quedó registrado para la historia el nacimiento de nuestro redentor, quien años más tarde daría su vida para librarnos del pecado.
Así concluía el abuelo la historia, y volvíamos a la realidad, sabiendo que esa noche celebraríamos en familia la Natividad de nuestro Señor.

Y así como nos la contaba el abuelo te la he contado yo, deseando puedas disfrutar en unión familiar esta fecha hermosa donde damos y recibimos amor.




Autora: Iris Ponce
Diciembre 17, 2013

domingo, 17 de noviembre de 2013

ASÍ COMO ME VES... ASÍ ME SIENTO.


ASÍ COMO  ME VES…  ASÍ ME SIENTO

Así como ves…  así  me siento.
Rota, destruida, agonizante en un mundo que ya no tiene salida,
árida, como la tierra, que se ha secado porque no consigue que cesen las guerras,
mustia, como mi alma que se cansó de suplicar falsas caricias que no llegaban,
sequedad, la de mis labios, se marchitaron al comprender que me quedaba sin palabras.

Si… así como me ves,  así me siento,
sólo persiste con vida la mirada, aún sedienta buscando una esperanza,
buscando un mundo lleno de amor, no de matanzas,
mirando al cielo y suplicando porque haya calma.

Si… así como me ves, así me encuentro, y me pregunto:
porqué he de ser yo la que se condene a morir si no he hecho nada?
porqué he de ser yo quien cubra mis ojos para ocultar un dolor que no se acaba?
respóndeme, hasta cuando podré soportar sin estallar en llamaradas?

Si… mis ojos aún con vida no encuentran tu mirada
no comprendes mi dolor, sólo te callas,
sólo sientes el temor como el canalla
que entierra la cabeza, que no concreta nada.

Si… así como me ves, así me siento,
buscando respuestas que ya no encuentro,
sabiendo que mi mundo se volvió pequeño,
y que nada cambiará, porque ya he muerto.
 


Autora: Iris Ponce
Noviembre 16, 2013

Inspiración Visual XXVII

sábado, 26 de octubre de 2013

EN LOS BRAZOS DE LA MUERTE...




















EN LOS  BRAZOS DE LA MUERTE…

Si, allí estuve, a su merced, en sus brazos, sintiendo como absorbía de mí ese hálito de vida que quedaba, de seguro fue un instante, para mí lo que me quedaba de vida.

A pesar de presentir su llegada, de sentirla, de olerla, nunca estuve preparada para recibirla.

Me tomó con desventaja, y poco a poco sentí su caricia, su boca tan cerca de la mía que pensé me besaría, pero no, se limitó a observarme, yo sin fuerzas, incapaz de resistir su embate, sólo sentía sus fríos huesos acariciando mi piel, tocando sin recato, y yo allí, tendida, entregada, esperando sin fuerzas que terminara, más en ese último instante paró, detuvo su paso, algo la hizo frenar su último suspiro, que vio? Que sintió que le hizo dudar de su cometido?

No lo sé, sólo puedo decirles que, cada noche, cuando queda todo en silencio, vuelve a mi lado, se apodera de mi cuerpo, me hace suya y así como llega se va, silenciosa, callada... 

Su presencia al comienzo me aturde, pues espero el final; pero luego, sólo queda el cansancio y la espera de más sensaciones fascinantes.  Es extraño lo que siento, estar en sus brazos y desearla como lo hago, sentirla como la siento; y a la vez temerla como le temo...

No sé cuánto más durará; pero deseo sea por mucho tiempo, porque estar en sus brazos fue un sueño para el cual no estuve preparada más sin embargo… la vencí.




Autora: Iris Ponce
Octubre 26, 2013

lunes, 9 de septiembre de 2013

ME BUSCABAS SOLEDAD...


ME BUSCABAS SOLEDAD…

Me buscabas soledad, desde hace tiempo presiento
que en mis andares, ya viejo,  muy pronto podrías llegar,
y hoy te recibo, sin el más mínimo empacho,
sin recelo ni angustiado, pues sabes cómo llegar.

He llegado a este pequeño rincón, donde a solas
trataré de organizar de nuevo lo que me queda de vida.
Sólo sé que errando se aprende y hoy aprendí que
nunca se puede tener todo cuando se está solo como ahora me encuentro.

Me he negado a mí mismo la posibilidad de ser feliz,
he rechazado ya no sé cuántas veces, esa oportunidad que la vida me ofrecía para serlo.
Hermosas mujeres tuve a mi paso, las cuales sus favores me brindaban y yo,
sin pensar en el mañana, sólo sonreía y tomaba de ellas lo que se me antojaba.

Ahora estoy solo, y lo que más siento, es que me he enamorado y la dama
de mis sueños, a la que entregaría el mundo, la luna y las estrellas si me lo pidiese…
no me desea,  tarde comprendí que la vida es un bumerang, que todo se regresa,
que eso de “con la misma vara que midas serás medido” es muy cierto.

Ya han pasado los días y, a medida que transcurren,  me he encontrado conmigo mismo,
he descubierto que a veces la soledad, no es mala compañera, y hasta me atrevería a decir…

Hola soledad! Entra en mi vida sin piedad,
sientes la angustia del vacío que me ahoga,
utiliza lo que tienes para hacerme sufrir más.

Anda, ven y anida en los rincones
prisionero yo me siento
y aunque muestre una sonrisa,
la ansiedad no se me quita,
debo encontrar la salida a
esta absurda situación,
que me tiene aletargado,
que me envuelve en la tristeza
y aunque sienta que me muera,
tu presencia me hace fuerte
para seguir adelante,
para ayudarme a pensar.

No te detengas pasa y toma lo que quieras
desde ahora eres la dueña de este espacio,
de esta escena, donde noche a noche
entra la esperada oscuridad…
Y en silencio, los dos nos acomodamos
y juntos nos encontramos sumidos
en lo profundo, de no saber si mañana
vendrás de nuevo a buscarme,
como siempre… Soledad.

Un nuevo día, me asomo a la ventana, observo lo que me presenta este  amanecer y ya listo,
saldré a la calle a despejar la mirada y a sonreírle a la vida, que si me toca la hora de estar para siempre solo, le doy hoy la bienvenida a mi amiga Soledad.



Autora: Iris Ponce

Septiembre 08, 2013

sábado, 24 de agosto de 2013

TU... MI ÚLTIMA ESPERANZA


TU MI ÚLTIMA ESPERANZA

Cansada, sin más amiga que la soledad, y refugiándome en mis versos, conseguí calmar mis ganas y mis ansias de amar.

Inventaba historias, y soñaba cuentos que hilaba en locas fantasías donde el amor al final lograba triunfar sobre todo lo malo;  y así llevé mi vida, años y años de soledad, sin más sosiego que mis letras, hasta que llegaste tú.

Poco a poco, lentamente, fuiste ocupando en mi mente y en mis sueños un lugar especial,  tus palabras siempre reconfortantes, fueron consuelo para mi corazón dormido, pienso que será por ello que me enamoré; si, tontamente enamorada de un imposible, de un sueño que a mis años jamás podría realizar.

Es triste sentirse ilusionada, y pensando que quizás sientas  lo mismo y que no pueda hacerse realidad. Más sin embargo, aún separados por un inmenso mar, me aferro en mis sueños a ti, no deseo perderte, eres en quien me inspiro, por ti suspiro, me aferro a la vida porque sé que ahí estás tú, esperando un verso…

Quisiera no pensarte ni recordarte,
quisiera dormir y al despertar…
saber que ya no estás, ni en mis sueños
ni en mis pensamientos.

Supiste apoderarte de un corazón vacío,
de un cuerpo que alguna vez amó
y que hoy desearía volver a hacerlo,
pero contigo, tomados de la mano
y olvidándonos que existe en algún lugar,
quien nos repudie o intente separarnos.

Tú, mi última esperanza, mi refugio, ese
cuya imagen es la última que veo al
cerrar mis ojos y la primera que consigo en mis sueños.
Me aferro a ti como un náufrago que busca
ansiosamente en tu mirada esa palabra que
haga que me aferre a la vida…

Acaso sueño otra vez?
Será que soñando te he confesado mi amor?
Si  es así… calla, solo tú y yo guardaremos el secreto,
y si en algún lugar coincidimos como sé que será
mírame a los ojos y al encontrarme en ellos,
veré mi silueta reflejada en ti y sé que allí
he de quedarme por siempre.

Tu mi esperanza, mi ilusión, tu… mi último gran amor.
quien sin saberlo ha calado hondo en mi ser, dándome alas
y  poniendo ante mí, un sendero luminoso por el cual
caminaré aún en sueños, para amarnos sin medida
y sin remilgos por siempre.
Porque el amor… mi amor  jamás morirá.

Rescátame, toma mi mano y surquemos
los mares y este inmenso cielo azul,  vivamos lo imposible
aunque sea en sueños, los tuyos… los míos,
que, al final de nuestros días y cuando nos llegue el recuerdo
estaremos tomados de la mano como lo he soñado.  

Autora: Iris Ponce

Agosto 23, 2013

domingo, 4 de agosto de 2013

QUE CREES...


QUE CREES…

Caminaba sin tener en cuenta la hora, sólo sabía que debía continuar la marcha, no podía parar, era urgente que siguiera la senda, hasta llegar a la salida principal de aquel pequeño pueblo sumergido en las entrañas de la nada.

No sabía, ni cómo había ido a parar hasta ese sitio, sólo sé que allí me encontraba, sola y perdida, se hacía de noche y debía buscar la salida; pero,   por más que caminaba, siempre volvía al mismo lugar.

Era algo increíble!, caminaba, caminaba y siempre llegaba a donde había dejado la marca, ya no sabía que hacer, estaba desesperada, el miedo se iba apoderando de mi a medida que se acercaba la oscuridad.

De pronto, saliendo de los arbustos, asomo su cabeza una extraña figura, no fácil de identificar ante el miedo que sentía, no hablaba, sólo me observaba, tal vez con el mismo miedo con el que yo le veía; y así como surgió de la nada… desapareció, pero dejando una estela luminosa y un agradable aroma a flores silvestres que en ese lugar no había.

Nada allí parecía real, estaba confundida, sorprendida, alarmada y sumamente asustada por lo que ocurría, a lo lejos, escuché que alguien repetía insistentemente mi nombre, mas no hallaba saber de dónde provenía esa voz, sólo que cada vez se hacía más fuerte y cerca, hasta que, de un tirón a mi brazo me desperté, era un sueño y quien me sacó de él fue mi madre, quien me recordaba que de nuevo volvería a llegar tarde a mi nuevo trabajo.

Que tal, sólo un bendito sueño, y yo que pensaba armar toda una historia de terror, pero no se pudo.



Autora: Iris Ponce

Agosto 04, 2013

sábado, 13 de abril de 2013

EN AQUEL LUGAR...



EN AQUEL LUGAR…

Y salí al encuentro con la vida, llevando como equipaje tan sólo un morral donde guardé todo aquello que quería ir dejando en el camino: mis rabias, temores, angustias y todo lo que se fue acumulando a lo largo de los años.

No tenía un lugar donde llegar, el camino me llevaría a mi destino, así que tomaría el más largo, agarré el morral, las llaves de la casa y el carro, cerré todo y me fui.  La mañana se antojaba fresca, soleada y salí de la ciudad.  No sé cuántas horas rodé, ya que para no sentir la presión del tiempo, había dejado el reloj.

       Tiempo después, conseguí un camino entrecortado, de poco acceso y por allí seguí, descubriendo a lo lejos un lugar mágico, de ensueños.  Era un pueblito, pero se veía apacible, cálido, rodeado por montañas cubiertas aún por la nieve que había dejado la estación;  el sol, queriendo ganarle la batalla a las nubes, majestuoso se revelaba.
           
   Aparqué el coche, descendí de él y me quedé contemplando aquel paisaje, respiré profundamente y llené mis pulmones de aire fresco, los árboles se movían suavemente y se escuchaba a lo lejos el canto de las aves. 

Empecé a caminar rumbo a ese lugar, preguntando a los lugareños dónde podía encontrar una posada para quedarme y me indicaron un par.  Llegue a la primera que me indicaron y la sentí  acogedora, era muy agradable, tenía todo lo que necesitaba, así que subí a la habitación que me asignaron  dejé de lado el morral y me tumbé en el sillón a descansar un poco luego del largo viaje.

No recuerdo cuando me dormí, pero al despertar, me sentí más calmada, tomé un baño y salí a buscar algo para comer, allí mismo había un comedor con platos frescos y muy bien preparados, tomé una copa de vino y conversé un rato con los dueños del lugar, quienes amablemente me indicaron sitios a los que podía visitar,   inclusive una pequeña capilla donde el domingo temprano venía el párroco y daba la misa, así que si me quedaba podía escucharla, ya que había olvidado acudir desde hace tiempo a una iglesia.

Subí a la habitación, me cambié y tomé uno de los libros que allí se encontraban y luego de un rato, apagué la lámpara y me dispuse a dormir.

Tuve un sueño reparador, como hacía tiempo no tenía, el morral a un lado, abierto, al tomarlo, lo sentí menos pesado, luego me bañé y salí a recorrer los lugares que me habían mencionado y pasé el día completo recorriendo y degustando manjares y golosinas del lugar.

Para no alargar el cuento, les diré que pasé 4 días inolvidables y prometí volver, ya que mi morral, el mismo que se fue lleno de cosas amargas y pesadas,  regreso repleto, pero esta vez, cargado de esperanzas e ilusiones renovadas, ganas y deseos de comenzar una nueva vida que, sin darme cuenta, descubrí en aquel lugar.



Autora: Iris Ponce
Abril 13, 2013

viernes, 1 de marzo de 2013

SIN ESPERANZAS...



SIN ESPERANZAS

No sé qué hacer, ni que pensar, camino por la calzada en soledad, contemplando las heladas aguas del lago que por la brisa que sopla y el cielo encapotado, presagia tormenta.

Todo en calma, nadie más que yo transita este camino, como destinado justo para mí en estos momentos, donde me abate la tristeza y la desolación por tantas cosas fuertes que he debido afrontar hoy y tal vez mañana.

Me encuentro sola y sin esperanzas, no sé qué pasará conmigo mañana, hoy no se me dieron las cosas como esperaba, se me parte el corazón al pensar que no tendré la opción para salir adelante en este trance.

Me sentaré en la banca, contemplaré como cae la noche y esperaré, quizás logre disipar el dolor que siento.    

Sé que me espera la muerte, la siento, camina a ratos a mi lado, otras tantas detrás, pero está allí esperando el momento oportuno para abordarme y me pregunto: ¿Qué espera para llevarme? ¿Por qué me tortura de esta manera? ¿Qué quiere que haga, que me adelante a los hechos?

No, no puedo ceder al miedo, no debo, tengo que seguir y tratar de escapar de ella, tendrá que esperar, debo ser fuerte y comenzar de nuevo.

Respiro profundo el aire que viene del norte,  oscurece, cae la noche y en este horizonte que es todo mío, vuelvo a respirar, abro mis brazos como si quisiera volar, miro al cielo  e imploro el milagro, ese que me devolverá la vida que estoy perdiendo. Sólo espero que mi oración llegue a tiempo y que mi ruego sea escuchado.

Padre… en tus manos encomiendo mi espíritu.


Autora Iris Ponce
Para Descubriendo la Poesía
Marzo 01, 2013

PAPI ... RECUERDA QUE HOY TE TOCA CONTARME UN CUENTO!



PAPI…
RECUERDA QUE HOY TE TOCA CONTARME UN CUENTO!

Ya era hora de que Aurora se acostase, así que Amada, su mamá la cargo en brazos y llevándola a su alcoba le iba  diciendo…

Vamos preciosa Princesa, a cambiar tu ropa por pijama y a cepillar tu lindo cabello para que te duermas, mañana tienes un día muy activo, vas al colegio…

Aurora, con su carita pecosa y regordeta, su cabello amarillo y su juguete preferido, un unicornio,  abraza dulcemente a su mami, besándola y luego grita desde su cama:

Papi… recuerda que hoy te toca contarme un cuento!

Sebastián que ya llegaba por el pasillo, soltó una carcajada y su sonrisa iluminó la estancia, para su pequeña, él era su contador oficial de cuentos, aunque ella debía recordárselo.

Sebastián abrazó a su pequeña y de inmediato le preguntó:

¿Dime princesita, cual cuento leeremos hoy?
El de Blancanieves o el de La Sirenita; o tal vez quieras leer a Cenicienta? Escoge de cualesquiera de los afiches que cuelgan de tu pared, y leeremos ese.

Aurora, volteándose y viendo con cuidado su pared repleta de hermosos dibujos escogió que su papi le leyera la historia de La Bella y la Bestia.

Sebastián tomo un gran libro y acostándose al lado de Aurora, comenzó a leer la historia.

La niña se mostraba interesada y asustada en algunos momentos de la narración, sobretodo, cuando su papi le hablaba de la bestia.

 Aurora, aferrada a su Unicornio reía emocionada cuando su papá debía cantar las estrofas de canciones que aparecían y abría sus grandes ojos asombrada porque una taza, una azucarera y un tostador podían hablar, al igual que también lo hacían los cubiertos.

Al final, la niña se quedó profundamente dormida y Sebastián la abrigó, la besó, colocó al unicornio a un lado de la pequeña y apagando la luz salió.

Sebastián llega a su cuarto, abraza a Amada, le da un beso y se prepara para acostarse, cuando de repente, escucha la vocecita de su pequeña diciéndole:

¡Papi recuerda que mañana debes contarme otro cuentooooo!

Ambos padres rieron… después de todo, era el “contador oficial de cuentos”.


Autora: Iris Ponce
Febrero 28, 2013

viernes, 8 de febrero de 2013

LA MUJER EN EL ESPEJO...



LA MUJER EN EL ESPEJO


Hoy se ha levantado y viéndose, se observó como si fuese la primera vez que veía esa silueta frente al espejo.

Tuvo conocimiento de sí, detalladamente, contemplo las pequeñas líneas de expresión que comenzaban a surcar sus dulces rasgos, y las ondas de su cabello suelto y largo ya perdían su color natural y se veían canas en sus sienes.

Era una persona madura, no de edad avanzada, pero ya no era la joven que despertaba pasiones, con sólo cerrar y abrir sus ojos picaronamente y descubrir una sonrisa limpia con una perfecta dentadura.

Su cuerpo empezaba a mostrar el paso de los años, sus caderas pronunciadas ya comenzaban a redondearse un poco, sus senos aun firmes empezaban a perder la lozanía.  
Lentamente sintió como una punzada en el pecho y de repente comprendió que ya no era joven, que ya se habían ido los mejores años de su vida, pero, al mismo tiempo que sintió ese miedo, sonrió, ¿Cómo puedo tener miedo de empezar a envejecer si he tenido la mejor de las vidas? Se preguntó.

“Aún conservo a mi lado al hombre al que le entregue mi juventud, mi amor, y con el he compartido lo bueno y lo malo, los éxitos y los fracasos, las penas y las alegrías, las angustias y tristezas a lo largo del tiempo.

Poseemos una casa grande y propia, decorada a mi gusto, con un estilo clásico y sencillo, lejos de la ciudad y del ruido, cercada por grandes árboles que dan mucha sombra, donde por las tardes nos tendemos a leer plácidamente, escuchando el trinar de los pájaros.

Tenemos 3 hijos, los cuales nos han hecho sentir los Padres más orgullosos del mundo, logrando concretar sus metas y hoy día son todos profesionales en las carreras que decidieron escoger, tenemos 4 nietos encantadores, que colman mis días de soledad, cuando por alguna razón me he encontrado sola en casa”.

Luego de esas reflexiones… comprendió que envejecer como ella lo estaba haciendo, no era malo, no era doloroso, no le traumatizarían ni las arrugas ni las canas, ya no le importaría que sus senos comenzaran a perder su dureza, que sus caderas estuviesen engrosando y que los años llegaran uno a uno.

Lo tenía todo, y daba gracias a Dios por haber vivido de la manera que hasta hoy lo había hecho.

Volvió a mirarse al espejo, esta vez sin recelo, sin miedo, tuvo conocimiento del paso del tiempo.  Tomo el lápiz labial, pinto sus labios de un suave color  y sonrió, diciendo alegremente…

Bienvenida la vejez!!!!



Autora: Iris Ponce
mayo 10, 2011