viernes, 25 de julio de 2014

Y SI FUERA CIERTO...


Y SI FUERA CIERTO…

En un pequeño Laboratorio ubicado en uno de los tantos suburbios que abundan en las grandes ciudades, se encontraba como siempre Emiliano, un joven de 17 años que, desde sus primeros años de vida, demostró tener cualidades para construir con cualquier material reciclable ingeniosos proyectos, éstos en varias oportunidades, habían sido galardonados en la secundaria donde estudiaba;  motivo por el cual, había logrado una beca para continuar sus estudios Universitarios.

Esa mañana en su Laboratorio Emiliano, continuaba armando partes de un par de pequeños Robots (hembra y macho) que, luego de varios días por fin había culminado, satisfecho con el resultado luego de una extensa jornada, decidió irse a descansar.

Al siguiente día llegando al laboratorio, se percató que los Robots no estaban en el mismo lugar donde los había colocado, sorprendido pues nadie tenía acceso al lugar, los tomó, revisó y nada extraño vio en ellos, por lo que continuó recolectando materiales porque quería darle vida  a un pequeño espacio donde los colocaría para luego mostrarlos.

Así pasaron los días trabajando en su nuevo proyecto sin contratiempos, lo único que lo tenía un tanto extrañado, era que siempre los robots aparecían en distintos lugares, jamás donde los había dejado el día anterior; motivo por el cual decidió investigar qué sucedía y; esa noche, volvió sigilosamente al laboratorio.

Para su sorpresa, encontró a sus Robots en el espacio que estaba armando para  mostrarlos; pero eso no era todo, se encontraba encendida una lámpara de las tantas que había fabricado con desechos y cerca de ella un pequeño Semáforo que, también encendido mostraba un pequeño y rojo corazón.

Su asombro fue en aumento cuando descubrió, que aquellas pequeñas criaturas tenían vida propia y no sólo eso, el que había construido como varón, entregaba en ese mismo instante una flor de hojalata a la otra Robot.

No pudo controlar el susto ni su emoción y; justo cuando los iba a agarrar… despertó, sólo había sido un sueño, pero demasiado real, tanto que sólo pensaba…

El amor existe hasta en las criaturas de metal creadas por el hombre.



Autora: Iris Ponce
Julio 25 2014
Para: Descubriendo la Poesía


martes, 15 de julio de 2014

Y ENCONTRÉ AL FIN LA PAZ Y LA LIBERTAD...


Y ENCONTRÉ AL FIN LA PAZ Y LA LIBERTAD

Les contaré que aceptando la invitación de unos viejos amigos, me dispuse a disfrutar de varios días alejada de todo lo que me mantenía estresada, ya que el trabajo en la oficina estaba ocupando todo mi tiempo y lo poco que dormía me era insuficiente, así que marche al campo, a vivir con la naturaleza, a ordenar mis ideas y a relajarme.

 A los días de mi llegada, me encontré sola y descalza caminando por un paraje hermoso, meditando sobre todo lo vivido, lo pasado, el presente y el futuro que me aguardaba al regresar a la ciudad, el bullicio del tráfico, de la gente, el encierro y la rutina que estos días tan calmos me harían olvidar.

Respirando este aire puro, veía cómo a pesar de una tenue neblina, el sol se imponía y dejaba colar sus resplandecientes rayos sobre la hierba que, mullida, sentía bajo mis pies. En este instante éramos sólo este inmenso paisaje que se abría imponente ante mis ojos, mi soledad y yo.

La calma y la sensación de libertad eran únicas, dejé que mis pensamientos volaran y sólo me dediqué a sentir la brisa y el trinar de pequeñas aves que surcaban la pradera, hasta que de la nada, ante mis ojos, apareció un hermoso corcel,  de una belleza inigualable, sin montura  lo que significaba que no había sido montado o al menos eso parecía.
Me acerqué por un breve instante, pero se alejó y siguió pastando, tranquilo, ignorando mi presencia y  sin más me acomodé de nuevo en la hierba,  pero sin quitar la mirada de ese hermoso animal que poco a poco se fue alejando, hasta quedarse quieto en lo alto de la colina, para luego desaparecer.
Me encontré de nuevo sola, sin más imagen que la de aquel caballo; y echando a volar mi imaginación me encontré soñando con que era una  seductora y encantadora Amazona buscando en el bosque a su anhelado Príncipe Azul.
Por supuesto no lo encontré, pero si hallé algo que ansiaba… la paz, que dibujó en mi rostro una dulce sonrisa que quedó en mí para recordarme siempre que lo más hermoso que tenemos es la libertad, y que por ello vale la pena vivir.
Regresé a la cabaña y entre charla y charla, conté a los amigos mi experiencia de esa tarde y ese sueño idílico, el cual causó risas a los presentes y un suspiro de complacencia para mí.
Y así entre gratos recuerdos concluyó mi hermoso paseo al campo.


Autora: Iris Ponce
Mayo 03, 2013



MI ABUELO JOSÉ ANTONIO...


MI ABUELO JOSÉ ANTONIO

Mi abuelo José Antonio, era un hombre que, a pesar de su edad, se sentía y veía activo, le gustaba salir a caminar todas las mañanas a tomar el sol, desde que quedó jubilado.  Se levantaba temprano, desayunaba, se acomodaba como si fuera a trabajar, se colocaba su sombrero y salía.

Como siempre, de lejos le observé solitario en la banca de un parque,  pensativo, con la mirada perdida, cómo tratando de ubicar algo o a alguien.

Lo miraba resignado, con sus manitas  entrelazadas, como rezando, buscando algo que no encontraba.

Desde hace un año atrás, comenzó progresivamente a olvidar cosas, al principio lo vimos como algo normal por su edad, pero al llevarlo a su control médico, el doctor recomendó hacerle una serie de pruebas y exámenes para descartar cualquier enfermedad.

Efectivamente, luego de conocer el resultado de estos exámenes nos sentimos aliviados porque  su salud era buena, el perfil 20, (examen de sangre, orina, etc.) estaban dentro de los valores normales; lamentablemente, dijo el Dr. Suárez, que sus problemas de olvido, son consecuencia de una enfermedad que no tiene cura y que poco a poco ira mermando su capacidad de recordar, era Alzhéimer.

Que nos recomendaba, que no le dejáramos salir solo y que era bueno que cuando lo hiciera,  llevara con él una libreta y lápiz para que en ella anotara todo cuanto pudiera recordar; así si olvidaba algo, leyendo lo escrito volviera sobre sus pasos. Le mandó unas vitaminas y medicamentos  para sobrellevar la enfermedad.

Por ello, siempre que salía de casa, de lejos le seguía, ya que en una oportunidad no supo cómo regresar  y un buen vecino lo trajo, aún con su mente perdida. Me acerqué a él sonriendo y saludándole cariñosamente; más entendí que no sabía quién era yo y sólo me correspondió por educación.

Poco a poco le comencé a recordar pasajes de su vida, de sus vivencias, de mi abuela (afloraron lágrimas a sus ojos) que había muerto diez años atrás; y  conversando, tomé sus manos, lo levanté de la banca y entre llanto y sonrisas llegamos a casa.

Me abrazó, me bendijo y luego fue a su cuarto a descansar.

Esa era una de mis tareas, la cual la hacía con mucho amor, porque por ellos (mis abuelos) podía decir hoy yo, que estaba en este mundo, con esta familia, que era maravillosa y única.

Esta foto que hoy les muestro, fue la última que le tomé, esa noche se quedó dormido y no despertó.

Sólo puedo decirles que, quieran a sus viejitos, que todo lo dieron cuando fueron jóvenes y fuertes, nos cuidaron y nos hicieron hombres y mujeres de bien. No los abandonen ni los dejen a su suerte en algún albergue de adultos (casa hogar), donde jamás serán atendidos  como lo haríamos nosotros, ni recibirán el amor necesario que en esta etapa final requieren.

 Amor con amor... se paga y mientras vivan, que guarden en su mente mientras puedan, todo lo hermoso que pudimos brindarles como hijos, como nietos.


 
Autora: Iris Ponce
Para Inspiración Visual XXXX
Julio 01 2014