martes, 15 de julio de 2014

MI ABUELO JOSÉ ANTONIO...


MI ABUELO JOSÉ ANTONIO

Mi abuelo José Antonio, era un hombre que, a pesar de su edad, se sentía y veía activo, le gustaba salir a caminar todas las mañanas a tomar el sol, desde que quedó jubilado.  Se levantaba temprano, desayunaba, se acomodaba como si fuera a trabajar, se colocaba su sombrero y salía.

Como siempre, de lejos le observé solitario en la banca de un parque,  pensativo, con la mirada perdida, cómo tratando de ubicar algo o a alguien.

Lo miraba resignado, con sus manitas  entrelazadas, como rezando, buscando algo que no encontraba.

Desde hace un año atrás, comenzó progresivamente a olvidar cosas, al principio lo vimos como algo normal por su edad, pero al llevarlo a su control médico, el doctor recomendó hacerle una serie de pruebas y exámenes para descartar cualquier enfermedad.

Efectivamente, luego de conocer el resultado de estos exámenes nos sentimos aliviados porque  su salud era buena, el perfil 20, (examen de sangre, orina, etc.) estaban dentro de los valores normales; lamentablemente, dijo el Dr. Suárez, que sus problemas de olvido, son consecuencia de una enfermedad que no tiene cura y que poco a poco ira mermando su capacidad de recordar, era Alzhéimer.

Que nos recomendaba, que no le dejáramos salir solo y que era bueno que cuando lo hiciera,  llevara con él una libreta y lápiz para que en ella anotara todo cuanto pudiera recordar; así si olvidaba algo, leyendo lo escrito volviera sobre sus pasos. Le mandó unas vitaminas y medicamentos  para sobrellevar la enfermedad.

Por ello, siempre que salía de casa, de lejos le seguía, ya que en una oportunidad no supo cómo regresar  y un buen vecino lo trajo, aún con su mente perdida. Me acerqué a él sonriendo y saludándole cariñosamente; más entendí que no sabía quién era yo y sólo me correspondió por educación.

Poco a poco le comencé a recordar pasajes de su vida, de sus vivencias, de mi abuela (afloraron lágrimas a sus ojos) que había muerto diez años atrás; y  conversando, tomé sus manos, lo levanté de la banca y entre llanto y sonrisas llegamos a casa.

Me abrazó, me bendijo y luego fue a su cuarto a descansar.

Esa era una de mis tareas, la cual la hacía con mucho amor, porque por ellos (mis abuelos) podía decir hoy yo, que estaba en este mundo, con esta familia, que era maravillosa y única.

Esta foto que hoy les muestro, fue la última que le tomé, esa noche se quedó dormido y no despertó.

Sólo puedo decirles que, quieran a sus viejitos, que todo lo dieron cuando fueron jóvenes y fuertes, nos cuidaron y nos hicieron hombres y mujeres de bien. No los abandonen ni los dejen a su suerte en algún albergue de adultos (casa hogar), donde jamás serán atendidos  como lo haríamos nosotros, ni recibirán el amor necesario que en esta etapa final requieren.

 Amor con amor... se paga y mientras vivan, que guarden en su mente mientras puedan, todo lo hermoso que pudimos brindarles como hijos, como nietos.


 
Autora: Iris Ponce
Para Inspiración Visual XXXX
Julio 01 2014

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