lunes, 31 de agosto de 2015

LA CASITA ENCANTADA...

 

LA CASITA  ENCANTADA

Era una tarde lluviosa, fría… gris…

Pasábamos las vacaciones cerca de un pueblito  perdido en la montaña, al que acudíamos cuando necesitábamos alejarnos del bullicio de la ciudad, lejos de todo, sin más comodidades que las elementales, no había ni televisión, ni teléfono.

Esa tarde husmeando por los alrededores, divisamos a lo lejos, una pequeña cabaña de madera, aislada de todo, en su frente, sólo una puerta y una vieja ventana que se ofrecían al visitante; a su alrededor mucho arbusto seco, pudimos constatar que hacía mucho tiempo nadie pasaba por allí.

Nos acercamos con cuidado… pudo más la curiosidad; y en verdad,  no observamos nada extraño; ella, (la casa) sólo estaba allí, envejecida, casi en ruinas; sin embargo, al empujar la puerta, escuchamos armoniosas risas, que venían de quien sabe que sector de la pequeña cabaña y de pronto, delante de nuestros ojos, cobró vida, se iluminó, transformándose de una cabaña lúgubre, a una preciosa casa de campo, hermosamente decorada, con muchas flores, y no sabemos de dónde, asomaron sus cuerpecitos dos pequeños y hermosos niños de cabellos dorados y caritas sonrosadas; jugaban sin percatarse de nuestra presencia, para ellos no existíamos, reían y cantaban algo que no entendíamos, era otra lengua y así como entraron, desaparecieron y, a pesar de que salimos tras ellos, no pudimos encontrarlos.

En nuestra búsqueda, llegamos hasta la cocina, espaciosa, decorada de manera rústica y daba una sensación de calidez increíble, sobre todo, por los aromas que se respiraban en ese recinto y  a pesar de no haber nadie allí  humeaban ollas y estaba la mesa servida, esperando comensales para dispensar el servicio.

Nuestra sorpresa iba en aumento; nuestras miradas y cerebros, no podían comprender cómo había surgido esta transformación?, era irreal creer que detrás de esa puerta, existía un mundo totalmente distinto, en verdad, algo inimaginable.

De repente, al igual que con los niños, apareció en la estancia una señora de baja estatura, delicada y sonriente, que muy amablemente nos invitó a sentarnos a la mesa, no sabíamos que pasaba, sólo le hicimos caso y, no lo podemos negar, disfrutamos del mejor festín jamás pensado; a pesar de que no logramos identificar el lenguaje que hablaba y sin entender lo que decía, su amabilidad y atención nos ganó el corazón.

Nos marchamos casi anocheciendo, con la promesa de volver y, cuando atravesamos la salida, la cabaña, volvió a ser la misma triste y vieja casita de cuando llegamos.

Religiosamente año a año regresamos, ya se nos hizo costumbre visitar a los extraordinarios seres que habitan esa cabaña, la cual sigue conservando la misma fachada exterior más luego cuando ya estás dentro, comienza la transformación que es la que nos mantiene atada a querer volver, es algo tan extraño, porque parece que en un punto de la historia, ella quedó suspendida en el tiempo.

Una aventura que guardamos para nosotros y que hoy comparto con ustedes; pero no pretendan que les diré dónde se encuentra, es nuestro mejor guardado secreto y sólo podemos decirles que… es una casa encantada.


Autora: Iris Ponce
Agosto 30, 2015.