martes, 24 de noviembre de 2015

VENDAVAL...


VENDAVAL...

La tarde moría, la noche se acercaba y con ella, un mal presagio, el cielo, rojo, encapotado, hacía más denso el ambiente, era extraño, con un tiempo así, el aire debería rugir entre los árboles, la brisa debería levantar la tierra a su paso; pero no, no era así, algo raro traía esta tarde en especial.

En las caballerizas, los caballos se mostraban agitados, intranquilos, relinchaban, como queriendo escapar de aquél lugar, nadie imaginaba lo que se avecinaba, salvo ellos.

Dicen que los animales tienen ese sexto sentido que a los humanos nos cuesta detectar, y que tan solo lo vemos, cuando tenemos encima el problema; pero en esta oportunidad, Pedro el dueño de la hacienda, si supo lo que avecinaba…

Su olfato auguraba tormenta y sin pensarlo 2 veces, recordando lo sucedido 5 años atrás en una hacienda aledaña, donde la tormenta llegó de tal manera, que no se salvó casi nada. 

De inmediato llamó a sus peones y les indicó que aseguraran muy bien los establos, que se hacía necesario buscar madera para resguardar a los animales que allí se encontraban, las caballerizas eran seguras; mas sin embargo, tomar las previsiones no estaba de más.
Enlazó a su mejor caballo y con 2 peones más, recorrieron los alrededores, para asegurarse que el ganado estaba resguardado.

Ya de regreso, sintió la brisa que se acentuaba, el cielo más oscuro con nubes negras muy cargadas y a escasos minutos, se desató una lluvia fuerte, densa, casi no se divisaba el panorama, se resguardó en la casa, su esposa un tanto nerviosa y sus hijos correteando de arriba a bajo por las escaleras.

Ella se abrazó a él y sólo atinó a decirle que todo pronto pasaría; pero no fue así, la lluvia siguió arreciando, se quedaron a oscuras  pues se fue la luz, los niños gritaron  ahora si, asustados, era una gigantesca tormenta, con vientos huracanados y a medida que transcurrían las horas, se tornaba peor la situación, se aventuró a salir y lo que veía nada bueno auguraba, se había anegado la caballeriza y 2 de los caballos estaban ahogados, casi sin vida, entre ellos su mejor caballo.

No supo que hacer, trató de rehabilitarlo… pero nada, no pudo llamar al veterinario pues las redes telefónicas se habían caído con la tormenta, donde guardaba  el ganado, se habían volado las cercas al igual que la madera y ya no estaban las vacas, las gallinas,  sumergidas en el agua… todo perdido.

Al final, casi amaneciendo, con el mismo cielo encapotado y enrojecido, pero amainada la tormenta, montado en la barda donde entrenaban los caballos, lloró su pérdida.

Su hermoso caballo, su compañero había muerto, solo restaba esperar que bajaran las aguas y comenzar de nuevo...


Autora: Iris Ponce
Noviembre 15, 2015
Inspiración Visual LXXIII

UN MÁGICO LUGAR...

UN MÁGICO LUGAR

Como siempre, mi imaginación me lleva a visitar espacios y lugares que en el presente, sé sería algo difícil creer.

Esta vez, recorriendo una antigua montaña que se encontraba oculta en los páramos andinos una mañana de sábado, mientras fui de vacaciones junto con unos compañeros; algo llamó mi atención y me desvié del camino, ese algo, era una luz muy brillante que suspendida en el ambiente, giraba de manera extraña, casi a mi alrededor.

Esa luz, hizo que me apartara del grupo y siguiéndola, fui a dar a un paraje solitario, en el cual desembocaba un agradable riachuelo y dos pequeñas cascadas que caían armoniosamente sobre piedras hermosamente talladas y dispuestas de manera que abrían un cause entre el agua y ellas, donde peces de diversos colores iban y venían danzando en la corriente, la espesura del lugar, era extraordinaria y quedé cautivada con lo que veía…

De repente, como por arte de magia, delante de mis ojos fueron apareciendo pequeñas figuras aladas que, sin percatarse de mi presencia, se bañaban en esas aguas y a un costado un ser de color verde casi transparente, muy parecido a Peter Pan,  ese de nuestros cuentos de infancia pero en versión femenina;  y llevaba en su mano, la misma bola de luz que hizo me acercara a ese lugar, era  muy intensa, subía y bajaba en su mano, como si quisiera hipnotizarme por el movimiento que realizaba.  Este personaje no hablaba; más sin embargo, se escuchaba una música celestial que inundaba el ambiente.

Me conseguí entre duendes y hadas que entraban y salían del lugar.  Allí correteando en el agua, jugando de manera infantil, sentí que volví a tener 7 años, y que no había nada mejor, que encontrarme en ese lugar con inmensos árboles que me llenaban de paz.

En un instante, me ví suspendida en el aire, volaba… de la mano de aquella duende, fue un momento mágico; tan irreal era aquello, que jamás se me ocurriría contarlo, me tildarían de loca; pero aquello sucedió.

 No sé cuánto tiempo transcurrió desde que me separé del grupo; hasta que me conseguí de nuevo con ellos; hoy  lo recuerdo y pienso que en algún momento me quedé dormida y sólo fue un sueño; pero en mis manos, quedó un pequeño recuerdo de ese instante mágico…

Que era? unas hermosas alas, las mismas con las que me sentí volar.



Autora: Iris Ponce
agosto, 14, 2015 

ESPANTAPÁJAROS...


ESPANTAPÁJAROS

Horrorizado, al abrir los ojos, no podía dar crédito a lo que sucedía, no sé cómo ni cuándo pasó, por qué estaba allí, parecía un cementerio abandonado, ¿quién me había llevado a ese lugar?

Desperté y estaba aquí arriba, mis pies sobre troncos de árbol seco, mi cuerpo cubierto con ramas de igual naturaleza,  y el lugar nublado por una espesa niebla…

Traté de zafarme, más me fue imposible, grité pidiendo ayuda; sin obtener respuesta, nadie acudía, definitivamente, tenía que ser una broma de mal gusto, estaba suspendido, colgado… y al mismo tiempo pegado a ese follaje seco, sin vida.

Sólo recuerdo la velada en aquella casa, por vez primera acudía invitado por esa joven hermosa, nos conocimos meses atrás, más sin embargo no sabía casi nada de ella, había llegado hace poco al país y se hospedaba con unos tíos lejanos, al menos eso me había dicho; lo demás es borroso, se que tomé varias copas de un vino, que ella misma me brindó, nada más y ahora estaba colgado en este lugar.

De repente escucho a lo lejos gritos, tal vez alguien más pidiendo ayuda como yo, de pronto… el silencio, un silencio que helaba la sangre, jamás había estado en un cementerio, le temía; y ahora estaba aquí a merced de no se quién,  y por más que intenté despojarme de todo aquello y salir de allí, fue imposible, las ramas ya se habían apoderado de mi cuerpo, formaban parte de mi,  no podía dar crédito a lo que me estaba pasando.

Sentí pasos y pensé vienen a ayudarme, gracias por escuchar mis ruegos; sólo atiné a decir  Dios! porque de pronto de la nada,  un enorme y extraño animal mitad bestia, mitad humano, no pude decir más, el susto me paralizó, más aún al ver a la criatura que le acompañaba, un par de viejos horribles, llevando en sus manos utensilios de labranza, me observaron, rieron y escuché decirles, “amanece y pronto vendrán los cuervos, se ha cumplido la ofrenda” no entendí lo que pasaba, sólo les advertí que me bajarán; pero sus risas estruendosas opacaban mi voz, se alejaron y quedé allí, mi cuerpo se tornó rígido y desde entonces, hasta hoy, vivo secándome, sólo soy ramas, que sirven de aposento a un sin fin de cuervos que llegan a descansar a ese lugar para luego seguir su viaje rumbo quien sabe a dónde.

Pienso más no siento, ya ni hablar pude más, solo mis ojos aún con vida observan, mientras año tras año siguen apareciendo otros que como yo, vinieron a disfrutar de una velada, tal vez invitados por la misma joven…


Autora: Iris Ponce
noviembre 14, 2015