martes, 24 de noviembre de 2015

ESPANTAPÁJAROS...


ESPANTAPÁJAROS

Horrorizado, al abrir los ojos, no podía dar crédito a lo que sucedía, no sé cómo ni cuándo pasó, por qué estaba allí, parecía un cementerio abandonado, ¿quién me había llevado a ese lugar?

Desperté y estaba aquí arriba, mis pies sobre troncos de árbol seco, mi cuerpo cubierto con ramas de igual naturaleza,  y el lugar nublado por una espesa niebla…

Traté de zafarme, más me fue imposible, grité pidiendo ayuda; sin obtener respuesta, nadie acudía, definitivamente, tenía que ser una broma de mal gusto, estaba suspendido, colgado… y al mismo tiempo pegado a ese follaje seco, sin vida.

Sólo recuerdo la velada en aquella casa, por vez primera acudía invitado por esa joven hermosa, nos conocimos meses atrás, más sin embargo no sabía casi nada de ella, había llegado hace poco al país y se hospedaba con unos tíos lejanos, al menos eso me había dicho; lo demás es borroso, se que tomé varias copas de un vino, que ella misma me brindó, nada más y ahora estaba colgado en este lugar.

De repente escucho a lo lejos gritos, tal vez alguien más pidiendo ayuda como yo, de pronto… el silencio, un silencio que helaba la sangre, jamás había estado en un cementerio, le temía; y ahora estaba aquí a merced de no se quién,  y por más que intenté despojarme de todo aquello y salir de allí, fue imposible, las ramas ya se habían apoderado de mi cuerpo, formaban parte de mi,  no podía dar crédito a lo que me estaba pasando.

Sentí pasos y pensé vienen a ayudarme, gracias por escuchar mis ruegos; sólo atiné a decir  Dios! porque de pronto de la nada,  un enorme y extraño animal mitad bestia, mitad humano, no pude decir más, el susto me paralizó, más aún al ver a la criatura que le acompañaba, un par de viejos horribles, llevando en sus manos utensilios de labranza, me observaron, rieron y escuché decirles, “amanece y pronto vendrán los cuervos, se ha cumplido la ofrenda” no entendí lo que pasaba, sólo les advertí que me bajarán; pero sus risas estruendosas opacaban mi voz, se alejaron y quedé allí, mi cuerpo se tornó rígido y desde entonces, hasta hoy, vivo secándome, sólo soy ramas, que sirven de aposento a un sin fin de cuervos que llegan a descansar a ese lugar para luego seguir su viaje rumbo quien sabe a dónde.

Pienso más no siento, ya ni hablar pude más, solo mis ojos aún con vida observan, mientras año tras año siguen apareciendo otros que como yo, vinieron a disfrutar de una velada, tal vez invitados por la misma joven…


Autora: Iris Ponce
noviembre 14, 2015

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