martes, 15 de julio de 2014

Y ENCONTRÉ AL FIN LA PAZ Y LA LIBERTAD...


Y ENCONTRÉ AL FIN LA PAZ Y LA LIBERTAD

Les contaré que aceptando la invitación de unos viejos amigos, me dispuse a disfrutar de varios días alejada de todo lo que me mantenía estresada, ya que el trabajo en la oficina estaba ocupando todo mi tiempo y lo poco que dormía me era insuficiente, así que marche al campo, a vivir con la naturaleza, a ordenar mis ideas y a relajarme.

 A los días de mi llegada, me encontré sola y descalza caminando por un paraje hermoso, meditando sobre todo lo vivido, lo pasado, el presente y el futuro que me aguardaba al regresar a la ciudad, el bullicio del tráfico, de la gente, el encierro y la rutina que estos días tan calmos me harían olvidar.

Respirando este aire puro, veía cómo a pesar de una tenue neblina, el sol se imponía y dejaba colar sus resplandecientes rayos sobre la hierba que, mullida, sentía bajo mis pies. En este instante éramos sólo este inmenso paisaje que se abría imponente ante mis ojos, mi soledad y yo.

La calma y la sensación de libertad eran únicas, dejé que mis pensamientos volaran y sólo me dediqué a sentir la brisa y el trinar de pequeñas aves que surcaban la pradera, hasta que de la nada, ante mis ojos, apareció un hermoso corcel,  de una belleza inigualable, sin montura  lo que significaba que no había sido montado o al menos eso parecía.
Me acerqué por un breve instante, pero se alejó y siguió pastando, tranquilo, ignorando mi presencia y  sin más me acomodé de nuevo en la hierba,  pero sin quitar la mirada de ese hermoso animal que poco a poco se fue alejando, hasta quedarse quieto en lo alto de la colina, para luego desaparecer.
Me encontré de nuevo sola, sin más imagen que la de aquel caballo; y echando a volar mi imaginación me encontré soñando con que era una  seductora y encantadora Amazona buscando en el bosque a su anhelado Príncipe Azul.
Por supuesto no lo encontré, pero si hallé algo que ansiaba… la paz, que dibujó en mi rostro una dulce sonrisa que quedó en mí para recordarme siempre que lo más hermoso que tenemos es la libertad, y que por ello vale la pena vivir.
Regresé a la cabaña y entre charla y charla, conté a los amigos mi experiencia de esa tarde y ese sueño idílico, el cual causó risas a los presentes y un suspiro de complacencia para mí.
Y así entre gratos recuerdos concluyó mi hermoso paseo al campo.


Autora: Iris Ponce
Mayo 03, 2013



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