Y aquella noche, como había sucedido en anteriores
ocasiones para esta fecha, todos sentados alrededor de una fogata en el campo,
escuchábamos atentos la historia que nos contaba el abuelo.
Siempre la misma historia, pero era tan hermosa escucharla de su voz,
que sentíamos que estábamos allí,
contemplando a ese pequeño que llegó a este mundo en un lugar lejano, sin más hogar que un establo.
Si…
Oh! y aquella noche, todos los
que se acercaron al establo, quedaron maravillados y sorprendidos al ver,
acostado en un pesebre a ese hermoso niño que acababa de nacer.
Si, en un pesebre hecho de
paja y cubierto por los ropajes que llevaban José y María.
A ellos, para acompañar al
niño se unían la mula y el buey, los cuales veneraban al redentor, el que sería
el Rey de los cielos y la tierra.
Y nació allí, porque llegando
al pueblo pidieron posada y el único sitio disponible fue ese viejo establo, y tan
cansados de viajar estaban, que decidieron quedarse allí, a pesar de que en
cualquier momento, como ocurrió, nacería Jesús, nombre escogidos por sus padres.
Tiempo atrás tuvieron que
salir huyendo de su tierra Judea, porque el Rey Herodes, supo por adivinos, que
nacería un Rey que lo destronaría y para protegerse mandó a matar a toda criatura
nacida viva menor de 2 años y los que estuvieran por nacer.
Por esa razón, nació en ese
lugar y era el hijo de Dios, porque así estaba escrito, nacería de un alma pura
el Rey que nos libraría del pecado y
María fue la elegida para traerlo al mundo.
Una hermosa estrella brillaba
en el cielo con una luz sin igual que indicaba el camino a todo
aquel que se enteraba de la
buena nueva; y hasta tres Reyes llegaron trayéndole al niño hermosos presentes.
Así fue como aquella
noche, el cielo se iluminó, cantaron los
ángeles y quedó registrado para la historia el nacimiento de nuestro redentor,
quien años más tarde daría su vida para librarnos del pecado.
Así concluía el abuelo la
historia, y volvíamos a la realidad, sabiendo que esa noche celebraríamos en
familia la Natividad de nuestro Señor.
Y así como nos la contaba el
abuelo te la he contado yo, deseando puedas disfrutar en unión familiar esta
fecha hermosa donde damos y recibimos amor.
Autora: Iris Ponce
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