QUE CREES…
Caminaba sin tener en cuenta
la hora, sólo sabía que debía continuar la marcha, no podía parar, era urgente
que siguiera la senda, hasta llegar a la salida principal de aquel pequeño
pueblo sumergido en las entrañas de la nada.
No sabía, ni cómo había ido a
parar hasta ese sitio, sólo sé que allí me encontraba, sola y perdida, se hacía
de noche y debía buscar la salida; pero,
por más que caminaba, siempre
volvía al mismo lugar.
Era algo increíble!, caminaba,
caminaba y siempre llegaba a donde había dejado la marca, ya no sabía que hacer,
estaba desesperada, el miedo se iba apoderando de mi a medida que se acercaba
la oscuridad.
De pronto, saliendo de los
arbustos, asomo su cabeza una extraña figura, no fácil de identificar ante el
miedo que sentía, no hablaba, sólo me observaba, tal vez con el mismo miedo con
el que yo le veía; y así como surgió de la nada… desapareció, pero dejando una
estela luminosa y un agradable aroma a flores silvestres que en ese lugar no
había.
Nada allí parecía real, estaba
confundida, sorprendida, alarmada y sumamente asustada por lo que ocurría, a lo
lejos, escuché que alguien repetía insistentemente mi nombre, mas no hallaba
saber de dónde provenía esa voz, sólo que cada vez se hacía más fuerte y cerca,
hasta que, de un tirón a mi brazo me desperté, era un sueño y quien me sacó de
él fue mi madre, quien me recordaba que de nuevo volvería a llegar tarde a mi
nuevo trabajo.
Que tal, sólo un bendito
sueño, y yo que pensaba armar toda una historia de terror, pero no se pudo.
Autora: Iris Ponce
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