domingo, 4 de agosto de 2013

QUE CREES...


QUE CREES…

Caminaba sin tener en cuenta la hora, sólo sabía que debía continuar la marcha, no podía parar, era urgente que siguiera la senda, hasta llegar a la salida principal de aquel pequeño pueblo sumergido en las entrañas de la nada.

No sabía, ni cómo había ido a parar hasta ese sitio, sólo sé que allí me encontraba, sola y perdida, se hacía de noche y debía buscar la salida; pero,   por más que caminaba, siempre volvía al mismo lugar.

Era algo increíble!, caminaba, caminaba y siempre llegaba a donde había dejado la marca, ya no sabía que hacer, estaba desesperada, el miedo se iba apoderando de mi a medida que se acercaba la oscuridad.

De pronto, saliendo de los arbustos, asomo su cabeza una extraña figura, no fácil de identificar ante el miedo que sentía, no hablaba, sólo me observaba, tal vez con el mismo miedo con el que yo le veía; y así como surgió de la nada… desapareció, pero dejando una estela luminosa y un agradable aroma a flores silvestres que en ese lugar no había.

Nada allí parecía real, estaba confundida, sorprendida, alarmada y sumamente asustada por lo que ocurría, a lo lejos, escuché que alguien repetía insistentemente mi nombre, mas no hallaba saber de dónde provenía esa voz, sólo que cada vez se hacía más fuerte y cerca, hasta que, de un tirón a mi brazo me desperté, era un sueño y quien me sacó de él fue mi madre, quien me recordaba que de nuevo volvería a llegar tarde a mi nuevo trabajo.

Que tal, sólo un bendito sueño, y yo que pensaba armar toda una historia de terror, pero no se pudo.



Autora: Iris Ponce

Agosto 04, 2013

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