viernes, 8 de febrero de 2013

LA MUJER EN EL ESPEJO...



LA MUJER EN EL ESPEJO


Hoy se ha levantado y viéndose, se observó como si fuese la primera vez que veía esa silueta frente al espejo.

Tuvo conocimiento de sí, detalladamente, contemplo las pequeñas líneas de expresión que comenzaban a surcar sus dulces rasgos, y las ondas de su cabello suelto y largo ya perdían su color natural y se veían canas en sus sienes.

Era una persona madura, no de edad avanzada, pero ya no era la joven que despertaba pasiones, con sólo cerrar y abrir sus ojos picaronamente y descubrir una sonrisa limpia con una perfecta dentadura.

Su cuerpo empezaba a mostrar el paso de los años, sus caderas pronunciadas ya comenzaban a redondearse un poco, sus senos aun firmes empezaban a perder la lozanía.  
Lentamente sintió como una punzada en el pecho y de repente comprendió que ya no era joven, que ya se habían ido los mejores años de su vida, pero, al mismo tiempo que sintió ese miedo, sonrió, ¿Cómo puedo tener miedo de empezar a envejecer si he tenido la mejor de las vidas? Se preguntó.

“Aún conservo a mi lado al hombre al que le entregue mi juventud, mi amor, y con el he compartido lo bueno y lo malo, los éxitos y los fracasos, las penas y las alegrías, las angustias y tristezas a lo largo del tiempo.

Poseemos una casa grande y propia, decorada a mi gusto, con un estilo clásico y sencillo, lejos de la ciudad y del ruido, cercada por grandes árboles que dan mucha sombra, donde por las tardes nos tendemos a leer plácidamente, escuchando el trinar de los pájaros.

Tenemos 3 hijos, los cuales nos han hecho sentir los Padres más orgullosos del mundo, logrando concretar sus metas y hoy día son todos profesionales en las carreras que decidieron escoger, tenemos 4 nietos encantadores, que colman mis días de soledad, cuando por alguna razón me he encontrado sola en casa”.

Luego de esas reflexiones… comprendió que envejecer como ella lo estaba haciendo, no era malo, no era doloroso, no le traumatizarían ni las arrugas ni las canas, ya no le importaría que sus senos comenzaran a perder su dureza, que sus caderas estuviesen engrosando y que los años llegaran uno a uno.

Lo tenía todo, y daba gracias a Dios por haber vivido de la manera que hasta hoy lo había hecho.

Volvió a mirarse al espejo, esta vez sin recelo, sin miedo, tuvo conocimiento del paso del tiempo.  Tomo el lápiz labial, pinto sus labios de un suave color  y sonrió, diciendo alegremente…

Bienvenida la vejez!!!!



Autora: Iris Ponce
mayo 10, 2011

...NUNCA LLEGÓ



NUNCA LLEGÓ


     Era temprano, amaneció soleado y fresco, un día especial pues era el matrimonio de una joven que uniría su vida para siempre al ser amado.

     Los últimos toques, todo estaba listo, el salón de festejos, decorado en un suave tono rosa y beige con muchas flores de varios tonos, que le daban un toque de elegancia al ambiente, la música que acompañaría la velada, seleccionada especialmente para la ocasión, la comida, la bebida, los pasa palos... todo de acuerdo con lo que durante tantos meses habían planificado, nada podía fallar.

     La novia irradiaba felicidad, fresca, joven, lucía tan hermosa… Ese día nada ni nadie empañaría su felicidad.

         El vestido escogido con mucho tino, delicado, sublime, los anillos, todo estaba dispuesto para la gran ocasión, sólo faltaba el Novio.

       Se acercaba la hora y los nervios crecían ya lista para salir acompañada de su orgulloso Padre, que veía que su única hija hacía su sueño realidad partieron rumbo a la Iglesia.

        El cortejo, los pajes, los padrinos, todos esperando con ansiedad y alegría el tan anhelado enlace,  sólo que  el chico llamado Andrés no llegaba… transcurrieron los minutos y nada, comenzó la espera, interminable, angustiosa, nadie sabía que había sucedido, empezó la búsqueda, las llamadas y ninguno supo decir que había pasado con Andrés.

     Adela sin decir palabras pues el dolor no la dejaba reaccionar ante el hecho de reconocer que su novio no llegó, salió desesperada de la iglesia y se encerró en su cuarto, sin lograr sus Padres consolarla… Todo había terminado.

        Sólo esperaba que él apareciera para que explicara el por qué había faltado a la cita más importante de sus vidas. 

       Horas más tarde se enteraron por los Padres de Andrés que éste había tenido un accidente y había muerto en la sala del Hospital Central…

        Por eso… nunca llegó. 



Autora: Iris Ponce