EN BUSCA DE SANTA
Había una vez una pequeña e inteligente niña, llamada Isabel, era linda, fresca y muy imaginativa, la más aventajada en el colegio y la menor de tres hermanos, Fabián y Ernesto, siendo la única niña de la familia.Siempre su imaginación la llevaba a inventar historias y en sus fantasías, se veía volando rumbo al Polo Norte en búsqueda de Santa. Quería saber si era cierto lo de los duendes; saber si Santa tenía su casa debajo de la nieve como había visto en las películas y también, quería conocerle, porque ya era diciembre y se acercaba la fecha en la que Santa, debía montar en su trineo y repartir juguetes por el mundo!
No podía dejar pasar este momento, su papá estaba de viaje y mamá jugaba hoy cartas con sus amigas… que oportunidad más oportuna!
Sin pensarlo 2 veces, preparó su maleta, agarró su osito de peluche y su esfera mundial; eso si, esperó pasara la hora del almuerzo cuando Marcela, la señora que hacía los quehaceres de la casa, se fuera a descansar; y que sus hermanos mayores aún no llegarían del liceo.
Luego de la comida, fue a su habitación y esperó pacientemente hasta que sintió los pasos de Marcela por el pasillo que iba a su habitación; y, en ese momento, tomó todas sus cosas y salió por la puerta de atrás, inocente y llena de ilusiones pues iría al Polo Norte a buscar a Santa!
Tenía sus ahorrorritos, pues era muy comedida en sus gastos y guardaba siempre una parte de la remesa que le daban para la merienda; así que rauda, fue a la Terminal para tomar el autobús que la transportaría hasta donde quería llegar, pero… ningún carro la llevaba, a todo el que preguntaba, sólo sonreían, le tocaban su cabecita y seguían su camino, así estuvo un buen rato, ya casi se hacía de noche y no conseguía quien le llevara a cumplir su sueño.
Sin saberlo, Clara, una vecina a la que le pareció extraño verla en la Terminal con su maleta y muñeco en mano, se le acercó preguntándole con quién se encontraba? Isabel inocentemente, le confesó su plan y Clara le dijo, que era imposible que llegara al Polo Norte, porque estaba demasiado lejos y para ello, tendría que montarse en muchos carros y aviones.
Isabel, con su carita triste y viendo que le sería imposible realizar su fantasía, de la mano de Clara, regresó a casa, cansada, con hambre y desilusionada.
Allí fue recibida por su madre quien al verla, rompió en llanto, élla angustiada, había alertado a la policía para que fuesen en su búsqueda, después de que sus hermanos, hubieren buscado en los alrededores, en casa de los amiguitos y donde los vecinos; la abrazó tan fuerte, que Isabel pensó la iba a desarmar y luego de aquello, su mami le hizo prometer que ya nunca más intentaría volver a hacer lo que había hecho hoy.
Isabel, hizo la promesa y, luego de un buen baño y una rica comida, fue llevada por su madre al cuarto para que descansara, allí dándole un cariñoso abrazo y acostándola, le contó un bonito cuento y en un abrir y cerrar de ojos, Isabel se durmió profundamente.
En su sueño, logró llegar al Polo Porte y estuvo con Santa, quien al verla la cargó y sentó en su regazo, obsequiándole leche y galletas; luego, la llevó al galpón donde trabajaban los duendes que le ayudaban a hacer los juguetes y mas tarde, la llevó a conocer al trineo mágico y a los renos: Trueno, Relámpago, Bromista, Cupido, Cometa, Dasher, Dancer, Prancer; y el último de todos, Rudolph, el reno de la nariz roja.
Al día siguiente, despertó emocionada y feliz, bajó corriendo a contarse el sueño a su mami y, a pesar de no haber podido ir personalmente al Polo Norte, en su sueño estuvo con Santa, sólo le faltó montar en el trineo; pero en otra oportunidad será…
Y colorín colorao… este cuento se ha acabado.
Autora: Iris Ponce
noviembre 30, 2015